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martes, 21 de agosto de 2007

Deseo el mar


Deseo el mar está disponible como descarga en www.myspace.com/singolservin

Hace dos años me encontraba en Barcelona. Vivía en un apartamento en el centro de la ciudad. Una noche de insomnio encontré, urgando entre los libros de la biblioteca del propietario una carta que me llamó la atención. He aquí el texto que apareció doblado entre un libro de los setenta que contaba el ascenso a la gloria de Julio Iglesias, luego de lesionarse como estrella del Real Madrid.

¿Qué debo escribir antes de suicidarme?

Durante meses he pensado paso a paso en todo esto. Esperar a un día de invierno en que suba la marea, poca gente alrededor, caminar por el rompeolas y guardar la nota suicida en el bolsillo al interior de mi chaqueta impermeable. "Podría llegar hasta el fondo del mar y lo que guarde en los bolsillos interiores seguirá perfectamente seco, señor", me aseguró el vendedor de la tienda donde la compré. Tengo el bolsillo perfecto, tengo una hoja de papel, un lápiz, pero no sé cómo empezar a escribir. Debe ser algo especial. Debe haber un ritual.

En el fondo todo se trata de rituales. De encontrar el propio mío. Mi espacio sagrado. Cosas, pensamientos, sentimientos realmente sinceros, humildes, en los que se pueda confiar, creer y venerar. Vivo rodeado de mierda: la mía propia, la de los otros, la mierda del mundo entero. Ambición, orgullo y egolatría escurren de mi culo dejando una gran mancha café verdosa por cada sitio que paso. Quiero parar esta diarrea. O mejor terminarla de una vez por todas.

Quiero volver a ser sincero, a oir mi voz interior y no hacer caso nunca más a las voces de la mierda. Tanto las mías como las de los demás, infectadas de ambición, orgullo y egoísmo. Voces para olvidar. Las cambio por las olas del mar. Quiero vivir solamente para escuchar a mi verdadera voz interior, que sé que no es mía. Es tuya, es de todos.

Es la conexión íntima contigo. El mar. Con la música. Esa voz que todos llegamos a oir algunas veces pero que preferimos ahogarla con litros de mierda descompuesta. Quiero olvidar mis planes, mi ambición de poder, mi egoísmo y mi utilitarismo. Morir para nacer de nuevo. Y necesito tu ayuda. Necesito pedir prestado tu lenguaje, tu misteriosa voz simétrica y perfecta. Tu sonido, tus ondas, tu magia. Respirar tu brisa y hacerme a tu lado. Escucharte y encontrar un camino.

Quiero ir y volver como tus olas para sentir el movimiento, el ciclo de vida y muerte. Quiero olvidarme de todos para así volverlos a conocer. Volver a conocer sus voces internas. Porque durante años he pensado en ellos, en ayudarlos desinteresadamente. Pero hoy soy consciente de mi farza. Del puto orgullo, de la ambición oculta en el fondo de tan venerable objetivo común.

¡¡¡A la mierda con las causas comunes!!! No son más que engaños para alcanzar el poder individual, el control, el dominio. Quisiera tener un contacto real, primero conmigo mismo, luego contigo. Quisiera aprender de tu serenidad, de tu calma que se transforma en fuerza.

Te devuelvo mi voz interior, a punto de ahogarse en un estanco de mierda. De la mía propia. A punto de morir pero aún con el suficiente impulso para volver a tí. Mi voz es tuya. Siempre lo ha sido. Mi voz solo tiene sentido al ser parte de tí.

Deseo nunca más estar en este lugar,
deseo no volver atrás.
Deseo terminar en el fondo del mar
y ya no quiero respirar,
jamás.

Deseo el mar está disponible como descarga en www.myspace.com/singolservin

martes, 7 de agosto de 2007

Mamá, ¿puedes matar a Lucas?

Música de Singol Servin y la fórmula secreta para acabar con Lucas en www.myspace.com/singolservin

Esta es una historia común para un personaje común. Uno de esos que nos encontramos todos los días pero siempre lo queremos negar. Lo vemos y al poco tiempo lo tratamos de olvidar. Y siempre lo logramos. Por eso mismo merece tener un pequeño instante de gloria, un momento de gracia. No esperen nada espectacular. Lo que sigue es la historia de una criatura común y corriente.

El pasado domingo me encontraba en un asado para celebrar el cumpleaños de un buen amigo. Mucha cerveza, carne, papas, amigos que hacía mucho tiempo no veía, gente desconocida y un único niño. El hijo de la primera pareja de las presentes que se casó. En medio de su desconcierto entre gente adulta, el niño paseaba por toda la terraza donde nos encontrábamos reunidos, mostrando a todos su nuevo Autobot que se transormaba en Grúa. El niño llega hasta el rincón donde Diego y yo hablamos y esperamos que pase una nueva tanda de carne recién asada. Nos muestra su juguete y quedamos boquiabiertos. No pasamos un solo sábado de nuestra infancia sin ver a los Transformers en televisión nacional en la mañana. Somos adictos.

"Oye niño, no tiene el holograma", es lo primero que me atrevo a decir luego de recuperarme del asombro de encontrar un juguete de mi infancia veinte años después de, estando algo borracho y esperando a comer carne asada. "Ya no los sacan como antes", me dice Diego mientras nos reímos de la situación. El niño está feliz y nos habla sobre la película que vio la semana pasada en el cine. Cuando todavía Diego y yo pensamos en Autobots el niño habla de Harry Potter y cuando termina de contarnos la película Diego le dice:

"¿sabes que Harry Potter morirá al final de la historia?".

No puedo contener una estruendosa risa que llama la atención de la gente alrededor. Y es en este momento cuando la criatura aparece, tentada por la risa producida por los comentarios de otros, nunca de los propios, buscando robarse algo de atención.

No lo había visto llegar a la fiesta. La verdad es que nadie lo ve llegar nunca. Solamente cuando se acerca lo suficiente para dejarte ver sus dientes podridos de color amarillo, las cicatrices de una grasosa pubertad mal tratada, y los desorbitados ojos que se asoman por sus gruesos anteojos, es que te has dado cuenta que Lucas ha llegado.

Y eso sin contar con su mal aliento y los fluidos que emanan de su boca. Lo primero que hace al acercarse a nosotros e hipócritamente alabar a Diego es escupir sobre la chaqueta de mi amigo un gargajo blanco y maloliente. Diego mira con asco la mancha que el engendro ha dejado. Cuando Lucas peina el escaso pelo que tiene sobre su cabeza y decide vestirse con algo de estilo, se parece a Stephen Hawking. Solo físicamente, no en su inteligencia, por supuesto.

Pero él se cree inteligente. Cree tener esa inteligencia mordaz que le permite dominar toda situación. Estar por encima de todos los mortales. Nada menos cierto. Lo único que lo pone por encima de todos es su primo, el anfitrión, que es un gran amigo y nadie quiere darle problemas en su casa. Pero el inconsciente colectivo quiere acabar con la presencia de este personaje llamado Lucas.


Lucas habla al niño sobre muertes de personajes famosos. Muertes en el cine, muertes en televisión, muertes de políticos. Es insoportable. Habla sobre la lógica que lleva a algo más allá de la muerte. El niño sigue a nuestro lado y al de Lucas también. Sus ojos comienzan a aguarse. Él repite “muerte”, muchas veces. Deja caer su Autobot al suelo y encuentra latas de cerveza y las bota fuera de la terraza. Y sigue gritando “muerte". Sus padres vienen y lo tranquilizan. El niño llora y patalea mientras grita a su madre algo que nos hace reír hasta caer al piso a Diego y a mí, observadores del desastre que Lucas generó en el pequeño:

Mamá, ¿puedes matar a Lucas?
Música de Singol Servin y la fórmula secreta para acabar con Lucas en www.myspace.com/singolservin

domingo, 5 de agosto de 2007

Una canción de la oscura ciudad


Oscura Ciudad está disponible como descarga en www.myspace.com/singolservin

Otra mañana de resaca. Y no cualquier mañana. Es domingo. Son las nueve de la mañana en mi reloj despertador que ahora está en el piso y desde hace dos semanas me da la hora con veinte minutos de retraso. O sea que son las nueve y veinte de la mañana. Me levanto y no me siento borracho. La lucidez vuelve a mi cabeza y dentro de poco comenzará ese dolor de cabeza y tembladera que me acompañan en mi cama todas las mañanas de domingo.

Pero este momento es mágico. Me encanta este estado mental y la extrema sensibilidad de cada parte de mi cuerpo. Pienso claramente pero conservo el me-importa-un-culismo de la noche anterior, y la anterior a esa noche, cuando comenzó la fiesta al salir de la casa de Laura. Qué pesadilla ver de nuevo a Laura, con su séquito de amigas suyas (amantes mías) restregando en mi cara a sus nuevos novios y yo solo, sin ninguna de ellas.

Es tiempo de coger la guitarra. Mi pulso no funciona bien, pero aún así tomo fuerzas, me siento en el piso, enciendo el laptop y comienzo a grabar una guitarra con distorsión, la guitarra líder que acompañará a los fraseos en guitarra acústica que grabé el viernes antes de salir a casa de Laura. Aun me pregunto por qué decidí ir a esta reunión. Supongo que estar sin ella sigue siendo fatal para mí. Deseaba verla, aun sabiendo que no volvería a pasar nada entre nosotros. Quería demostrarle de lo que se estaba perdiendo al hacerme a un lado de su vida. Nada menos cierto. Laura se ve tan bien que todos están de acuerdo en que terminar conmigo fue la mejor decisión que pudo haber tomado.

Porque las decisiones se toman. Seguir tomándolas.Tomé todos los whiskys que pude en casa de Laura, asaltando al mesero cada vez que pasaba a mi lado. Me emborraché solo, compartiendo vagos diálogos con viejos conocidos que pasaban a mi lado. Me aseguré de terminar con las reservas de alcohol de la casa y cuando Laura le dijo al oído a su novio, lo suficientemente fuerte como para que yo también oyera, que las bebidas habían terminado y era hora de ir a algún bar, decidí salír a caminar. Sin despedirme de nadie me escabullí por la puerta de atrás y comencé a andar y rodar por la montaña hasta llegar a la avenida principal, muy abajo de la cima coronada por la torre de diez niveles en cuyo último piso un desconocido besaba a mi novia. Era algo que tenía que pasar. Me lo venía buscando desde hacía mucho tiempo. Laura me soportó demasiado. Y así es como me encuentro en la vía principal, solo, cansado de andar y con ganas de seguir bebiendo y tener sexo.

Así que manos a la obra. Tomo un taxi y en el camino voy recordando lugares que solía visitar. Amigas a las que hace meses no llamo y que espero me reciban y me den algo de beber. Luego de tres intentos sin respuesta renuncio. Le digo al taxista que se detenga y me deje en la quince. Me bajo del taxi y casi caigo en la acera al tropezar con un bolardo. Un hombre de chaqueta negra y muchos volantes en sus manos se acerca y me pregunta qué deseo: perico, cerveza, chicas. Quiero chicas esta noche, le respondo. Me invita a seguirlo a un bar.

Pierdo la noción del tiempo. Abro los ojos y veo mi reflejo en un espejo en el techo. Siento mi cabeza a punto de explotar. Los blancos y delgados brazos de una mujer sobre mi pecho. No recuerdo quién es. Se ha dado cuenta de que desperté y voltea su cara hacia mí. Mientras me acaricia veo su cara, su capul de pelo negro que me lleva la mirada a la esquina de la habitación donde se encuentran sus botas negras de cuero con taches. Ahora recuerdo lo que pasó anoche. Cuando entré al bar vi en la barra a una mujer blanca, muy flaca, de pelo negro largo, capul perfecta, blusa y pantalón negros, y las mismas botas que logro ubicar en este cuarto al que no sé aun cómo llegué.

Si algo me puede enloquecer en una mujer es ese look punk. En efecto enloquecí. Aparecen flashes en mi mente de una botella de ron a la mitad, caricias en mi vientre, risas y alabanzas de ella por los UK Subs, mías por los Sex Pistols y Live in the Prison, y malidiciones comunes por todo el neopunk y esa mierda prefabricada que unió al pop con el rock n roll de la decadencia inglesa de finales de los setenta. Ella me besa y yo le digo algo al oído. Ella me mira a los ojos, sonríe y acepta con un movimiento de cabeza. Es hora de irnos.

He estado con ella desde el amanecer hasta ahora, final de la tarde del sábado según el reloj de la tele, y no pienso irme de aqui. Mi cabeza me lo impide. Además de la resaca siento el dolor, en mis brazos y piernas, propio del esfuerzo físico de una noche de lujuria. Enciendo un cigarrillo y me siento satisfecho, hasta que aparece en mi cabeza ese nombre que me atormenta y no me deja estar en paz. Laura. Entonces decido mandar a la mierda su recuerdo, mis temores, mi debilidad, y continuar con la acción con mi chica de capul negra. Luisa.

Y así seguí durante todo el sábado. Ahora vuelvo al domingo. A otra mañana de resaca. Mi escaso pulso en la guitarra no es gratuito. El dolor de cabeza que ahora sí ha comenzado tampoco. Anoche tomé otra botella de ron mientras decidía terminar con mis recuerdos de Laura. Me queda poco de intelecto antes de caer como un vegetal y no ser capaz de nada más que ver alguna porquería en la tele. Algo que no me haga pensar mucho. Entonces es momento de parar de escribir y tocar. La guitarra me lo pide.


Oscura Ciudad está disponible como descarga en www.myspace.com/singolservin