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martes, 31 de diciembre de 2013

Los 33 libros de 2013




Quiero terminar este año en lo que se refiere a Oscura Ciudad recordando los libros que pasaron por mis manos en mi año 33, que fueron el mismo número. Llevaba un par de años de un promedio bastante menor de lectura, así que el ritmo actual funciona y ya tengo compromisos con al menos la tercera parte, que corresponde a los pendientes que no alcancé a comenzar en este año. Pero de eso hablaré en unos cuantos meses.

Por ahora va lo concreto sobre el año: Paul Auster es mi autor favorito y del cual busqué más y más títulos; la trilogía Millenium del sueco Stieg Larsson, la mejor saga de novela negra; y los cuentos de Hemingway y Twain, cortas historias con el poder de quedarse dando vueltas en mi cabeza, una y otra vez. Algo fuera de serie y no tengo suficientes palabras para expresar lo que causaron.


Metafísica para empezar el año.  



Suena más denso de lo que fue en realidad. En los primeros días de enero visité con mi familia la casa de Fernando González en Envigado, también conocida como Otraparte. Una bonita casa conservada por sus herederos y en la cual se puede hacer un recorrido por la vida y obra del escritor y pensador más importante que ha existido en Colombia. Juez, diplomático, filósofo, maestro de los nadaístas y fuerte crítico de la sociedad nacional; religioso y humanista. 

En la librería de Otraparte mi papá encontró tres libros de la editorial Eafit que me regaló: Viaje a Pie, Salomé - El remordimiento, y Pensamientos de un viejo.  Yo sumé al trío un pequeño libro llamado Velada MetafísicaViaje a pie fue el primero al que eché mano. Se trata de las anécdotas de Fernando y Benjamín Correa, su compañero de viaje y secretario, recorriendo el eje cafetero y parte del occidente del país por el medio anunciado en el título del libro; el encuentro con personajes y situaciones que llevan a los viajeros a la reflexión y al desarrollo de teorías sobre la vida, la muerte y la experiencia. Llegar o no llegar al destino, "todo depende del ánimo".      
   
Seguí con las aventuras románticas de Salomé, la gata de Fernando en su casa de Marsella, cuando este se desempeñaba como Cónsul de Colombia y El remordimiento se lo causaba mademoiselle Toní. Pensamientos de un viejo lo dejé para el final, siendo el primero en orden cronológico de los tres. Con el texto de la obra de teatro Fernando González: Velada Metafísica del Colectivo Teatral Matacandelas, terminé mi sesión con el "brujo de Otraparte". Va una joya del acto No. 5:

"Yo soy Gonzalo Arango, poeta, nadaísta. Después de Jesucristo no he conocido otro mejor. Para mí que Jesucristo es Fernando González persiguiendo muchachas en Envigado y burlándose de los empresarios antioqueños".

Continué con dos libros del Dalai Lama: Las leyes de la vida y La senda del líder. Me quedo de lejos con el primero, que explica los fundamentos básicos del budismo. El segundo tiene un enfoque de coaching que llega a ser aburrido. Seguí con un par de libros de la colección Orientalia de Paidós: Cuentos de los sabios taoístas y Cuentos de los sabios del tíbet. Una fabulosa selección de mitos y leyendas recopiladas por Pascual Fauliot, quien sugiere leerlos sin un orden fijo, guardando estos libros para consultas en momentos especiales. Puedo decir que no hay ningún problema con leerlos en el orden tradicional. 


100% Austeriano.




La invención de la soledad fue el primero de mis libros de Paul Auster en 2013. Las dos historias que lo componen son fundamentales para entender el universo Austeriano. Continué con La trilogía de Nueva York. Esta obra, junto con La noche del oráculo son mis favoritas. De la trilogía, "la habitación cerrada" es mi preferida. La habilidad de Auster para tramar historias y diversos mundos encadenados, junto con el suspenso propio de la novela policíaca hace de este par de libros clásicos contemporáneos.

El cuaderno rojo y A salto de mata son relatos biográficos en los que resaltan el sufrimiento y el disfrute de las cosas pequeñas, como el pastel de cebollas compartido con la novia cuando no quedaba más comida ni dinero. Dice Auster que escribir es una enfermedad, nunca algo que genere placer; pero es peor si no se hace. La historia de mi máquina de escribir encaja en esta categoría, aunque aquí el personaje principal sea Sam Messer con las ilustraciones de la multifacética máquina de Auster.

Creía que mi padre era Dios es el resultado de la temporada de Auster en la radio americana, invitando a sus oyentes a que enviaran por correo sus historias, siempre y cuando fueran verídicas y cortas. Así editó un volumen de 179 historias en algo más de seiscientas páginas, que Auster define como "crónicas desde el frente de la experiencia personal"..."mundos privados de los norteamericanos". Escritos breves sobre amores, muertes, objetos, animales y meditaciones.

El país de las últimas cosas es una genial ficción apocalíptica, que en ocasiones me llevó a hacer paralelos con La Carretera de Cormac McCarthty. Anna Blume relata el tortuoso camino que recorre en busca de su hermano perdido, a través de un mundo que colapsa, cada vez más sórdido y peligroso.

Algo diferente a Brooklin follies y Tombuctú, obras con un tono optimista,  centradas en la amistad, la reconciliación con la vida, los seres queridos y las nuevas oportunidades. Sobra decir que sin caer nunca en tonterías; se trata siempre del  viejo Auster, astuto maestro. Su universo es tan amplio y consistente, que me atrapa en cada una de sus facetas. Me declaro 100% Austeriano.


Tiempo para la novela negra.




La trilogía de Millenium tiene ese encanto especial de no poder parar de leerla hasta el final. Los volúmenes son cada vez más gruesos pero no importa. La historia envuelve y no se puede dejarla pendiente. Comienza con Los hombres que no amaban a las mujeres y las misteriosas historias de la familia Vanger en Hedestad, al norte de Suecia, como pretexto para que Lisbeth Salander se convierta en la heroína contemporánea: hacker, antisocial, bisexual, investigadora y un enigma para la mayoría. 

En los siguientes dos tomos, La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolinaLa reina en el palacio de las corrientes de aire, se conocerá más de Salander y la historia pasará de lo micro a lo macro; de los criminales a la conspiración política y a la traición del Estado de Derecho por parte de sus propios funcionarios. Una obra espectacular en la que Larsson usó todos los recursos a su alcance dada su experiencia como periodista investigativo y activista.


Los cuentos americanos.




Mark Twain y las historias del Mississipi. Los cuentos selectos me hacen reír en cada uno de sus ingeniosos momentos, con sus personajes apostadores, vagabundos y embusteros. Mis favoritos, El periodismo en Tennessee, en el que el editor se debate a tiros con sus enemigos objeto de las columnas del periódico, y Cómo llegué a ser editor de un periódico de agricultura, cuyo personaje, editor temporal del diario, escribe sobre la época de la muda de las vacas, recomienda la domesticación del juguetón gato montés y poner música a las almejas para que se queden quietas. El ingenio de Samuel Langhorne Clemens (verdadero nombre de Twain) va de la mano de su visión crítica del mundo y de las relaciones humanas. El niño malo siempre sale adelante, mientras que el bueno que espera ser guía de conducta en los libros de la iglesia, vuela en pedazos por cinco estados.

En cuanto a Edgar Allan Poe y sus Cuentos, aquí se encuentran el terror, el suspenso, la muerte y sus percepciones; las drogas y los vagabundos; la poesía en cada letra; la mujer amada que se escapa de las manos. Para algunos, el primer escritor americano real. Las bases para la novela negra moderna. 

Los Cuentos de Hemingway presentan la experiencia del artista pero también la del hombre en la guerra. Las andanzas por Italia y España. Las historias de toreros y aprendices. Cigarrillos y alcohol. Indios y blancos que conviven en los bosques de madera en Estados Unidos. Los amoríos y rupturas recurrentes. La difícil relación entre padres e hijos. Diría que estos cuentos son fuertes como un golpe en la cabeza, inolvidables por su vitalidad y honestidad.


Algo de poesía y viajes.


     

Para mi viaje a Nueva Zelanda llevé dos libros: Songs of Innocence & Experience de William Blake y el Libro de las Maravillas del mundo de Marco Polo. En el primero encontré cantos sobre la contraposición de vida y muerte; alegría y tristeza. Una bonita edición acompañada de las impresiones que el propio Blake hizo para su obra. El libro de Marco Polo lo encontré adecuado para las interminables horas de avión hasta llegar a Auckland. Una total conexión con la obra al conocer lugares lejanos, gentes y costumbres diferentes. 

De regreso pasé un par de días en Santiago de Chile, y en una librería encontré un par de ediciones de La vuelta al día en ochenta mundos y Último Round de Cortázar, cada una compuesta por dos tomos. Libros revolucionarios para su época y también para la actual. El diseño editorial y uso de distintas fuentes tipográficas me recuerda a los Siete manifiestos Dadá de Tristan Tzara. Ingeniosos, burlescos y libres. En el tomo dos de La vuelta al día, Cortázar usa por primera vez el término "cronopio" para referirse a uno enorme. El enormísimo Louis Armstrong, una noche de concierto en París.  

Al tomo de Poesía completa de Jorge Luis Borges llegué por mi búsqueda acerca de los laberintos (de la que hablaba en la entrada "perdido en mi propio invento") y por el gusto que tengo por cada uno de sus cuentos que he leído. El otro, el mismo y Elogio de la sombra son los que sigo releyendo. La poesías apócrifas incluidas son geniales; El enemigo generoso, mi favorita.


Arte moderno.

Cambiando el tema de lectura, que siempre ha estado entre la literatura y algo de poesía, encontré un día en la Librería Lerner a ¿Qué estás mirando? de Will Gompertz, director de arte de la BBC. Es una breve y amena historia del arte moderno, desde los impresionistas hasta el arte actual. Gompertz mantiene un lenguaje relajado y hace que el tema fluya, sumando anécdotas que conoce de primera mano, por su experiencia como director de la Tate Gallery.


De vuelta a McCarthy.

Cormac McCarthy es uno de los escritores vivos más importantes de Estados Unidos. Hace un par de años comencé a leer La Carretera un par de veces pero algo pasaba y no podía continuar. En octubre lo tomé de nuevo un domingo y al día siguiente estaba terminado. Todo llega en su momento adecuado. La desolación de la historia es única. Un mundo posterior al apocalipsis nuclear; el padre y su pequeño hijo caminando por la carretera, sobreviviendo a los peligros, sabiendo que lo único que pueden hacer es postergar su muerte. Luego seguí con Todos los hermosos caballos, primer libro de la Trilogía de la Frontera de McCarthy. El joven John Grady Cole huye de su casa al sur de Estados Unidos y viaja a México con su amigo Lacey, encontrando al amor de su vida y a la violencia propia de regiones donde gobierna la fuerza y no la ley.


Al final, la Z.

Termino de hablar sobre mis libros del 2013 con la antología de Zombies de John Joseph Adams. Este subvalorado género tiene matices insospechados y grandes escritores que contribuyen con sus diferentes perspectivas al fenómeno de los muertos vivientes. Aquí se encuentran historias de Stephen King, maestro del terror, George R.R. Martin, famoso por la saga Canción de Hielo y Fuego, que dio lugar a la serie de HBO Game of Thrones, y muchos más. Un buen libro para ampliar la visión del tema Z.


jueves, 26 de diciembre de 2013

martes, 3 de diciembre de 2013

10 más

Aquí va algo con "118 lowbeats" en mente. Fue mi segundo proyecto electrónico: un dueto con Roko, batero de Limbo, Claroscuro y Singol Servin, mis bandas de rock. Íbamos un poco lentos de beat, por la influencia del trip hop y el dorrin time..

"10 más" es un track discotequero.


Perdido en mi propio invento

Hola blog. Me perdí por un par de meses y no había vuelto por aquí. Después del último escrito que llamé "la oscuridad" perdí el ritmo de escritura y mi constancia en las visitas a estos lados de mi mundo. Fue intencional, eso sí. Quería cambiar con el método, probar una nueva forma de estructurar mis historias y mi percepción sobre ellas. Y me perdí en el proceso.

Todas las entradas anteriores a "noche sin cronopios" comparten la única regla auto impuesta, sea esta la de terminar el escrito en una sola sesión, por larga que fuera y sin importar cuántos cigarrillos o vasos de whisky pasaran por mis manos y boca. Esto me ayudo a escribir con algo de freestyle, improvisando sobre la marcha. Algo que me sentó bien por los meses que llevo enganchado a las grabaciones del quinteto de Miles Davis. 

Los "cronopios" llegaron luego de leer los dos tomos de "La vuelta al día en ochenta mundos" de Cortázar. Una bonita edición que encontré en una librería de Santiago la última noche que pasé allá, al regresar de Nueva Zelanda. También leía en esos días el tomo de poesía completa de Borges. Así se explican los experimentos en "cronopios" y las "cintas".

Pero comencé a aburrirme de mi única regla. Quería algo más. Profundizar en las historias, personajes y giros del relato. Así que compré un cuaderno nuevo en el cual desarrollar ideas que, ahora pienso, debieron estar aquí primero querido blog. Y así evolucionó un relato de ficción con matices propios, basado en momentos de mi vida que a simple vista son irrelevantes, pero que se niegan a desaparecer de mi memoria. Todo alrededor de la idea de entrar en un laberinto y perderse para luego encontrar la salida.

Mi problema aparece en cuanto el personaje del relato avanza a la mitad del laberinto, y las paredes húmedas y gastadas por los años amenazan con derribarse y aplastarlo, con la lógica consecuencia de dejarlo atrapado y sin posibilidades de llegar a la salida. Regresar al punto de partida no es una opción y avanzar tampoco es algo claro, así que aquí estoy con el asunto sin terminar.

Tengo música nueva, eso sí. La entrada anterior, "Tabú" recoge algunas de mis experiencias con el metal y los beats de mi viejo grupo, 118 lowbeats. La que sigue "10 más" es un track más discotequero. 

Bueno, es lo que hay por ahora. Ya nos veremos de nuevo. Como soy terco, seguiré buscando la forma de enfrentar a esos viejos pedazos de muro, para llegar a la salida. Probaré con algo de freestyle...