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lunes, 19 de mayo de 2014

¡Fumadores del mundo, uníos!


Desde el punto de vista marxista, la historia de la humanidad corresponde a la relación entre opresores y oprimidos. Esto es la lucha de clases. En mi opinión, corresponde a la búsqueda constante de chivos expiatorios. Porque siempre entra en juego el malo del paseo, la oveja descarriada que corrompe y afecta el orden establecido, mientras que todos los demás son buenos, inocentes y piadosos, y la culpa de todo suceso desafortunado siempre recae en aquel bellaco, egoísta e irresponsable. Este es un hecho comprobado en los países católicos.

Mientras el mundo se pudre por cuenta de la contaminación que producen cohetes, aviones, automóviles, barcos, fábricas, mataderos, explotaciones mineras y petrolíferas, incendios forestales y actividades relacionadas con la fusión nuclear, sus dirigentes y algunos habitantes han convenido ligeramente en señalar al fumador como culpable de toda una serie de males de la cual no pretendo exonerarlo, pero sí llevarlo a sus justas proporciones.

Me pregunto si el humo que inhalo cada día que camino por las calles bogotanas, procedente de exostos de buses, camiones, autos, motos y bicicletas de motor -un invento proveniente del noveno círculo del infierno- es menos perjudicial que el humo de mi cigarrillo, que en comparación parece desprender un aroma propio de los frutos del bosque. Lo dudo. 

Me pregunto si la contaminación producida por la actividad de extracción de minerales o la de manufactura es de menor importancia, pues no genera tal rechazo como el que sufrimos los fumadores del mundo. El smog propio de las grandes urbes es un compañero más de la ciudad, al cual estamos habituados y ya no hacemos caso.

Pero claro, ahí está el individuo vicioso con un cigarro entre los dedos; aquel badulaque diferente y pernicioso que con sus malos hábitos genera mayores costos al sistema de salud -por regla general quebrado (saqueado) en el mundo entero- y pone en riesgo la vida de aquellos a su alrededor. Está bien, entiendo parte del punto. Hay riesgos al fumar, claro. Los hay también en muchas otras actividades y sustancias; así sucede con el trabajo, el pensamiento, la comida, el deporte, el alcohol, la lectura y lo que sea que pueda entrar en esta lista; pero el principio del mal radica en el exceso. Por otra parte, se requiere negociar los lugares y situaciones para fumar y para no hacerlo, como resultado de la interacción de individuos de un grupo. Pero en ningún caso es aceptable la prohibición y demás medidas orientadas en ese sentido.

En primer lugar está la libertad del fumador de hacer lo que le venga en gana. En segundo lugar viene el proceso de negociación. ¿Fumar en un bar? En la entrada se debería anunciar LUGAR DE FUMADORES, SI NO LE GUSTA BIEN PUEDA Y CHÚPESE EL DEDO, por ejemplo. Y con el mismo equilibrio argumentativo se podría mandar al infierno al fumador si el sitio así lo considera pertinente, aunque pienso que sería la decisión equivocada. Es absurdo que existan leyes, resoluciones y demás normas que prohíban y sancionen al fumador.

Ayer compré un paquete de cigarrillos en el cual se puede leer el texto FUMAR CAUSA ABORTO, junto a la foto de un feto mal dibujado ubicado en medio de una amorfa figura roja que representa la sangre. Los reguladores se están pasando de la raya.  ¿Qué pasó con el conciso mensaje de fumar mata, enferma o lo que sea? Algunos obsesos del control creen hacer del mundo un lugar mejor con palabras y figuras de ese estilo. El resultado es inocuo. El que quiere fumar fuma y punto. La muerte llegará de una forma u otra, mientras continúa el baile alrededor del volcán y hasta que llegue el momento final. Por lo demás, el aborto está lejos de ser una de mis preocupaciones diarias.

Como están las cosas, es cuestión de tiempo para que los fumadores terminemos en una prisión o en un manicomio. Las fuerzas antitabaco están organizadas y minuto a minuto logran arrinconarnos, mientras nosotros seguimos débiles y fragmentados. Es hora de revertir la tendencia y defender nuestra frágil posición, aunando esfuerzos a nivel mundial para consolidar la Primera Internacional Fumadora.

Los fumadores no tenemos por qué callar nuestras ideas e intenciones. El tiempo es corto y el enemigo hábil y agobiante. ¡Fumadores del mundo, uníos!


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