Mi
abuelo contaba la historia del loco del centro de Bogotá, cuando era estudiante
de derecho en el Rosario. Pomponio era su nombre. Todo iba bien con él en la
calle, en la iglesia, en el mercado, hasta que alguien se atrevía a decirle:
"¿Pomponio quiere queso?" En ese momento el tipo perdía el control y
se lanzaba a perseguir y darle golpes al personaje. Luego se calmaba y todo
seguía como si nada.
En mi
colegio teníamos al propio loco. Yo estaba en primaria y el tipo en
bachillerato. Tocaba el bombo en la banda de guerra. Era gordo, mediano de
estatura y tranquilo. Solo hasta que oía las dos palabras que desataban su
demonio interior: CUA CUA.
Recuerdo
una vez que la banda estaba ensayando en la hora del descanso de la tarde. Todo
iba bien hasta que alguien que jugaba fútbol gritó las palabras mágicas. CUA
CUA. Acto seguido el tipo dejó el bombo en el piso y salió a perseguir al osado
que ya le llevaba ventaja en la cancha. Mientras corría, CUA CUA mandaba
hideputazos y su voz se convertía en lloriqueos de ira. Todos los demás
reíamos.
Otro
día el tipo estaba en el bus escolar, sentado en la ventana esperando a que
subieran los últimos pasajeros y comenzar el viaje de regreso a casa. En ese
momento alguien en el bus del lado gritó CUA CUA, y el tipo se bajó y comenzó a
golpear las puertas del bus, que ya se habían cerrado. El coordinador del bus
tardó un par de minutos para calmarlo y hacerlo regresar al suyo.
Los
mayores del colegio se la montaban mucho y por épocas lo tenían mareado con el
asunto. Pero que lo hicieran los menores, eso fue demasiado para el tipo loco.
Y así fue como pasó. Estábamos en clase y los de bachillerato ya estaban en el
descanso de la mañana, jugando fútbol en la cancha que daba justo a la ventana
del salón. El tipo jugaba el partido y alguien desde adentro lo llamó: CUA CUA.
El tipo se quedó quieto viendo al salón mientras sus compañeros se reían. No
podía hacer nada pues estábamos en clase. El profesor regañó al personaje que
gritó por la ventana y continuó.
A los
cinco minutos mi compañero volvió a gritarle a CUA CUA y ahora las risas eran
imparables dentro y fuera del salón. El profesor salió del salón, para recoger
algo en la sala de maestros. Al siguiente grito de CUA CUA el tipo entró al
salón, aprovechando la ausencia del profesor.
Comenzó
a gritar como un loco: "¿quién fue el hijueputa? ¡Lo voy a cascar! ¿Quién
fue malparidos? ¡Fue usted!", le dijo a uno de lo pequeños en la primera
fila y junto a la ventana, mientras lo cogía de los hombros. "No, yo no
fui", decía el otro a punto de llorar. Lo soltó y continuó amenazando a
otro niño.
El proceso se repitió varias veces mientras la gente fuera se reía y
repetía las palabras del problema. CUA CUA. Entonces regresó el profesor y
sacó al tipo del salón, a empujones y para llevarlos a la oficina del prefecto
de disciplina. La gente reía afuera en la cancha de fútbol. Mientras, ya
protegidos por la presencia del profesor todos gritábamos en coro CUA
CUA.