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miércoles, 11 de septiembre de 2013

La oscuridad

La oscuridad. La noche larga de lluvia y sin chance de salir a la calle. El miedo de nuevo. El dolor en el vientre. La cama vacía. Recuerdo el momento como si solo fueran minutos los que lo separan de mi actual ser. Pero son diez años desde entonces. Casi no lo creo. Al principio no sentí nada. Una especie de anestesia emocional que me hizo libre. El desapego que me dejó manejar el carro con tanta calma luego de dejarte en el aeropuerto. La resaca de la noche anterior. Eso fue. No pensaba del todo bien. Estaba aún eufórico. Tomamos tanto whisky como pudimos para luego comer una mazorca desgranada en el único local que encontramos abierto antes de volver a mi casa. La última noche. Una fiesta tan divertida como lo fue la primera. Durante meses continuamos con el mismo ritmo y alegría de la noche en que nos conocimos. 

Tengo que presentarte a una amiga que es igual a ti, me dijo ella cuando llegamos a la puerta de tu casa. Me reí y le pedí que me explicara. Hablan de las mismas cosas, respondió. En fin. Abriste la puerta y así comenzó todo. No podíamos parar de hablar, salir, tocar, jugar, tomar, y faltar a todo tipo de compromisos para estar juntos. Fueron divertidos seis meses. Todo estaba ahí. Momentos completos que exprimimos cuanto fue posible. Pienso que fueron años.

Cuando llamaste a mediodía y me dijiste que habías perdido el avión fue como un electroshock. Volví a la realidad. Me pasó el guayabo y fui consciente de que no volvería a verte. Pero ahora había ganado un par de horas más contigo, hasta que saliera el vuelo del día siguiente. Muy temprano en la mañana. Comencé a sentir frío y estuve así todo el día, hasta la noche. Nos acostamos, comimos y tomamos un par de tragos de whisky, un café y dormimos un rato. Al amanecer te fuiste en un taxi. Llegó en medio de la lluvia. El frío se sentía peor aún. Tengo escalofríos cuando recuerdo ese momento.

Las cosas se hicieron complicadas desde entonces. Luchamos un par de meses por mantener el contacto. Por no aceptar lo inevitable. Por conservar la risa. Como ocean crows, disfrutando de un baño caliente; de una fiesta en la que éramos la atracción principal. Guitarras, loops y congas. Vivimos la fiesta, aguantamos la resaca y luego todo volvió a ser como antes. Distinto a lo que sucedió con las canciones.

Las veces que creí estar contigo, solo fueron ilusión. No puede ser conmigo. No puede ser conmigo, una vez más. Y vas a callar. Vas a evitar. Y no creo ser nada especial. Solo fue mi ansiedad. No puede ser conmigo, una vez más.

Luego evité las letras. Las cartas. El contacto. Tú también. Era lo que tenía que pasar. Continuar. Ceder. Olvidar. Servicio individual para personas solitarias. Cápsulas de vida en porciones unitarias. Singol servin´. Experimentos. Crecer y no tener definido el norte. Con tantas voces, cómo escoger. No importa. Solo seguir adelante y probar caminos. Hasta perder la ruta y en medio de las vueltas y vueltas en el mismo vagón del metro, lograr ver cuál es la parada y salir en Alfons X para caminar bajo la luz del sol. Caer dormido y no oír tu llamada al amanecer. No podía ser de otra forma.

El ensayo y error como constante que prosiguió en esta historia. El experimento constante. El afán, la ansiedad y la búsqueda de resultados rápidos. Una etapa. Asimilada y en retrospectiva, un tanto insensata. Nada de que arrepentirse. Parte del proceso y válida solo por eso. Ahora la inspiración requiere de elementos nuevos. No del todo. De hecho consiste en buscarlos en el análisis exhaustivo inicial, cuando todo estaba en imágenes mentales. Proyecciones e ideales. Ahora parecen moldeables. Inspiración, libertad y método.

Es de noche de nuevo. Llueve y los relámpagos al norte iluminan el final de la cortina, en su coyuntura con la pared blanca. La luz que surge en la oscuridad. Poderosa. Total. Señales del cambio.  Las horas siguientes serán largas. Las palabras también. Otra perspectiva. Sueños profundos y acordes abiertos. 

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