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domingo, 1 de septiembre de 2013

Malas ideas

Una noche de fiesta y dos medias botellas de Jack Daniel's terminadas. Pasó los últimos tragos de la segunda sin hielo, así que sintió más el alcohol al final. También un agrio sabor que subió del estómago y se quedó en la boca hasta que prendió el siguiente cigarrillo. El gusto de la nicotina borró por el momento las huellas de la gastritis que niega a irse del todo, pero que en los últimos meses logró domesticar bastante bien.

Hace frío en la mesa del balcón donde termina el último trago de Bourbon, en compañía de un viejo amigo que no veía hace varios meses. Juntos son responsables de acabar con las dos medias botellas. Después de la primera comenzó a sentirse borracho. Ahora es un hecho. Está bien jalado y se siente a gusto con la situación. Le lanza miradas a la chica de la caja, que está a pocos metros de la mesa, en la barra del bar. Ella se da cuenta y lo ignora con una leve sonrisa. Sabe que está borracho y una cliente la llama para entregarle el dinero de la compra de dos cervezas. El frío supera al confort del alcohol y se paran de la mesa para ir a la zona donde la gente está de pie, bailando mientras el dj pone rock de los noventa mezclado con beats house.

Es un largo corredor que lleva al escenario, ahora vacío al terminar la presentación de la banda de la noche. El final de la barra coincide con el corredor y es ahí donde se ubican el dj de la casa y la gente que baila. Se sienta en algo que parece una silla de mármol, tan larga como el corredor, y en la que nadie más lo hace a pesar de abarcar el espacio en el que se encuentran cinco grupos distintos de gente. Solo hay chaquetas encima. Las hace a su lado y ahí se queda.

No por mucho tiempo. Comienza a sentir un calor infernal en el trasero. Es en ese momento cuando nota que no está sentado sobre una silla sino sobre el mármol que cubre los calentadores del lugar. Seguramente se habría dado cuenta antes de haber estado sobrio. Pero ya borracho, tardó varios minutos en saber lo que pasaba. Se para y alcanza a ver a una chica flaca, blanca, baja de estatura y con el pelo corto y puntiagudo teñido de amarillo, que coge su chaqueta y la pone junto al montón que pertenece a su grupo de amigos. Piensa que se la van a robar. 

Ella tiene cara de ser una punky atrevida a juzgar por sus rudos movimientos y la profunda mirada de odio que reserva para aquellos que no pertenecen a su grupo. Parece una de las Evil Fingers. Se siente atraído hacia ella. Sabe que hablarle es una mala idea. Pero se dice a sí mismo <¿qué diablos? No es buena idea estar borracho cuando tengo una entrevista de trabajo a las siete de la mañana>. Entonces, entrado ya en malas ideas...

- Esa es mi chaqueta, devuélvemela.
Ella se queda mirándolo fijamente a los ojos, con un cigarrillo en la mano y un trago en la otra. Después baja la mirada hasta sus pies, vuelve a subirla a los ojos y abre la boca.
- Tiene voz de orto. 
- ¿Qué?
- Que tiene voz de orto. De culo.
- Me pasa cuando fumo, pero no es tu problema y el mío es que te llevaste mi chaqueta. Dámela, está ahí en ese montón de ropa de tus amigos. 
Otra vez se queda mirándolo a los ojos mientras da un paso hacia él, acerca el vaso a su boca mientras le muestra los dientes inferiores y con la otra mano le señala el montón de ropa, con gesto de <adelante, ve por tu chaqueta>. 

Qué sencillo fue, piensa. Cuando tenga mi chaqueta la invitaré a un trago. Por estar borracho no entendió el sentido oculto de la situación. La agresividad en los gestos de la excéntrica. Da un paso hacia ella para agacharse a buscar la chaqueta, cuando le lanza una patada a las bolas y grita fuerte, de tal forma que toda la gente alrededor voltea a mirarla. <¡Trató de tocarme, pervertido! ¡Ayuda!>

No alcanza a caer al piso cuando dos gigantes de seguridad llegan a levantarlo y lo sacan a empujones hasta la entrada en el primer piso, bajando rápidamente las escaleras que hay desde la terraza en el último piso donde se encuentra el bar. No puede respirar y el dolor es brutal. <Maldita punky desadaptada>, piensa él. <Niñita resentida y retorcida. Pedazo de mujer diabólica y mentirosa. ¿Por qué jugarle esta mala pasada a un borracho que buscaba su chaqueta?>

Cuando los vigilantes lo sueltan en la entrada, sus pensamientos se han vuelto paranoicos y respira con dificultad por la boca. Piensa que la policía llegará dentro de poco, la chirri esa testificará en su contra, pondrá su mejor cara de víctima de acoso por parte de un borracho que le lleva varios años de ventaja. <Todo está en mi contra. Es una mierda>. Sin embargo, los securatas solo le dicen que no vuelva a acercarse al bar. Está claro que no lo hará. Ya lo había decidido desde el momento en que pagó treinta mil pesos para hacer efectiva la "invitación", es decir que lo anotaran en la lista de ingreso. Se sienta en el piso y se recuesta contra la pared del local a la izquierda del acceso al bar.

Su amigo llega en ese momento, tambaleándose y con un paquete de cigarrillos en la mano. El dolor en la entrepierna continúa pero vuelve a respirar con calma. Le pide uno y mientras fuma le cuenta lo que sucedió con la desadaptada y su chaqueta. Su amigo se ríe y le dice que la recuerda a ella, pero que no ha visto su chaqueta. Tendrá que regresar a casa en camisa. Hace frío pero el jaleo del último momento en el bar le dio energía extra y no se siente incómodo.

Después de quince minutos de recuperación, no hay nada más que hacer allí. Se paran para caminar y buscar un taxi, cuando baja del bar un grupo eufórico y ruidoso, en el que se encuentra la flaca loca que le dio la patada en las pelotas. Ella lleva su chaqueta en la mano y al pasar al frente de él se la tira al pecho mientras dice <esto no es mío>, sin dirigirle la mirada. Al menos no es una ladrona.