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lunes, 21 de abril de 2014

Hogar ocupado


Puedo oír mis pasos rebotar entre las paredes de los edificios en la calle desierta y oscura. Había luz cuando comencé el recorrido pero la noche llegó y los otros caminantes llegaron a su destino antes que yo lo hiciera. La soledad implica la supresión de sonidos y la mayor atención al detalle de los propios. 

El edificio es nuevo y brillante como el mármol negro de su fachada, pisos y paredes. Ella me está esperando en la recepción para llevarme a conocer el apartamento que me tiene reservado. El brillo de las luces superiores en el mármol me hace olvidar qué hora es y cuando levanto la mirada hacia las ventanas, me sorprende encontrar la noche.

Subimos al ascensor y nos detenemos en uno de los últimos pisos, para caminar por el corredor a la derecha que conduce al apartamento. Cuando ella abre la puerta vuelvo a perder la noción del tiempo, pues las luces se dirigen directo a mis ojos. Pero esta vez las luces provienen del edificio del otro lado de la calle; entran al apartamento a través de las ventanas que van del piso al techo en la zona de la sala y el comedor. También veo la sombra debajo de las escaleras que llevan al altillo.

Damos una vuelta por el lugar, sus habitaciones, la cocina y por último subimos al altillo. Las luces del apartamento continúan apagadas, la luz del exterior es débil pero suficiente. No pensamos siquiera en que se necesite más iluminación. Cuando bajamos las escaleras oímos voces bajo nuestros pies. Tres personas sentadas susurran algo mientras una de ellas enciende un cigarrillo.

Corremos hacia la zona de las habitaciones y encontramos que ahora están ocupadas por más personas oscuras, que apenas se diferencian de una sombra, hablando de forma casi imperceptible y clavando sus miradas en nosotros. Luego sucede lo mismo con los demás espacios del apartamento. Cocina, comedor y lobby de entrada, están ocupados por estos personajes sombríos que no quieren compartir su conversación con nosotros. 

Le digo a ella que tengo que irme y que no parece ser el momento adecuado para hablar de negocios. Ella insiste en la puerta de entrada pero yo me adelanté al pasillo y ya voy camino al ascensor. Ella grita una cifra en dólares y yo le respondo que no me interesa el número, ni nada relacionado con él, y que debo irme pronto. Puedo ver las sombras detrás de ella, sus ojos y el fuego de un cigarrillo.


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