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sábado, 19 de abril de 2014

El siguiente momento


Termina la sesión y ya casi es mediodía. Se para y mira hacia abajo para comprobar que la corbata sigue en su sitio y no adelante, quedando torcida o al revés por el movimiento del cuerpo o encima del saco del vestido. Levanta la mirada y observa el mismo estilo de traje en cada uno de los asistentes, la mayoría aun sentados, organizando sus papeles y computadores antes de retirarse de la sala. Paño azul, camisas blancas y corbatas negras. Los mira a los ojos y asiente en señal de despedida. El acuerdo está listo.

Cuando sale del salón se encuentra en el pasillo con sus subalternos, que se adelantaron unos minutos sin que él se diera cuenta, pues no se sentaban en la mesa sino detrás suyo, en las barras y junto con el grupo de asistentes y asesores de los demás participantes. No le gusta esto y les lanza una mirada aguda, pero ellos evitan su mirada y continúan hablando con quienes harán parte de la siguiente etapa del proceso. Chismes de corredor y la oportunidad de ser los primeros en dar la noticia de lo pactado. Es lo que siempre buscan los segundos, y lo encuentra natural y desagradable. 

Es el primero en llegar a su oficina y da vueltas por la sala de juntas. Ya es hora del almuerzo y no tiene hambre. Piensa en las galletas con relleno de crema que comió en la reunión y es aquí cuando se da cuenta que su boca se ha quedado sin saliva. Toma un vaso de agua y sale a comer. No tiene interés en la comida, pero sí en caminar hasta el restaurante. El sol ilumina la ciudad desde primera hora de la mañana, arriba del cielo despejado y claro. El viento frío y fresco viene en sentido contrario, entra a través del vestido y hace que la corbata salte de su lugar, para por un momento acomodarse en el hombro izquierdo.


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