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domingo, 20 de abril de 2014

Hacia las montañas


La carretera recta e interminable hacia las montañas y nevados. Pasamos horas en el carro, bordeando el mar por la autopista y rumbo al norte. La gente afuera varía de acuerdo al trayecto recorrido. Los primeros vistos son los menos abrigados, y los últimos los más preparados para el invierno. Tienen en común la vida campestre, despreocupada y sin afanes.

Cuando llegamos a la primera montaña paramos en una estación de servicio. En lo que queda de ella. No hay nadie atendiendo. Solo una cámara de seguridad encima de la caja registradora y enfocada hacia la puerta de entrada. La nevera está casi vacía y solo quedan un par de botellas de agua. La estantería de los fritos en igual estado, y salta a la vista un viejo paquete de plátanos.

Una voz desde el fondo de la tienda avisa que nos atenderá y que nos vió llegar a través de la cámara de video, pero que estaba ocupada en ese momento. Cuando llega al mostrador, la voz es la de una mujer morena que nos saluda amablemente. Conversamos sobre la carretera, el viaje y el destino final en las montañas. Nos advierte de los peligros de la zona, ahora abandonada por la mayoría de sus antiguos habitantes, y el clima mortal para los que no están preparados a estas condiciones. 

Al detallarla con detenimiento, veo que la cara de la mujer tiene un tono lechoso por efecto de la ampolla que le cubre gran parte del rostro. Parece recuperarse de una quemadura grave, y en la frente justo arriba de la nariz, la ampolla deja un hueco en la piel que permite surgir a su natural color oscuro. Sus dientes emiten un sonido de mordida mientras permanece callada y nos escucha; se mueven en sentido contrario, los dientes superiores a la derecha y los inferiores a la izquierda, desfigurando su expresión. En cambio, sus grandes ojos negros permanecen atentos a nosotros, firmes y serenos.

Nos despedimos y salimos del lugar sin comprar nada. Subimos al carro para continuar el recorrido, por el camino desolado que sube la montaña y que deja ver en el horizonte las primeras formas cercanas de nieve, que parecieran poderse tocar, a diferencia de la primera vista de blancas cumbres lejanas, en las etapas iniciales del recorrido, cuando aun bordeábamos la playa.


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