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jueves, 8 de octubre de 2015

Paz agridulce


La producción de azúcar es uno de los renglones más significativos y tradicionales de la agricultura colombiana. La belleza del paisaje de los campos sembrados con caña de azúcar en departamentos como el Valle del Cauca, contrasta con la polémica que genera la interrelación de productores, el gobierno y los medios de comunicación. Todo lo anterior en medio de un escenario de negociaciones con la guerrilla de las Farc y el tortuoso camino hacia la construcción de la paz, entendida esta no solo como la ausencia de guerra, sino como el replanteamiento de las relaciones socioeconómicas del país, y por obligación de las existentes en el campo, lugar de nacimiento del conflicto armado.

Pero, ¿qué relación existe en el sancocho de temas aquí planteado? Empecemos por lo último, acerca de la relación del campo y la paz. Los líderes –la mayoría– de los gremios de la producción agropecuaria han manifestado abiertamente sus reservas al proceso de paz mientras que otros –la furibunda minoría– se han declarado abiertamente enemigos del mismo. El año pasado causó una fuerte impresión la propaganda de televisión en la que tres relevantes dirigentes gremiales apoyaron al candidato a la presidencia del Centro Democrático, con un fuerte apretón de manos a la entrada de la oficina de uno de ellos, con tan mala suerte que fue reelegido Juan Manuel Santos y sus entidades quedaron en una incómoda situación frente al Presidente de la República. El azúcar no estuvo presente en tan bochornoso incidente, pero sus líderes usarían los medios de comunicación más adelante.

La Superintendencia de Industria y Comercio (SIC) cumple con un papel fundamental y gracias a la ley de competencia y el estatuto del consumidor, cuenta con amplias facultades que le permiten intervenir en el mercado, en defensa de la libre interacción de oferta y demanda y del acceso a los productos a precios razonables y en condiciones apropiadas de suministro de información al consumidor. En ese orden de ideas la SIC anunció públicamente la investigación al sector azucarero por prácticas restrictivas de la competencia, acuerdos de precios y restricciones por fuera de la ley a las importaciones de azúcar. El contexto de la investigación lo presentó públicamente el Presidente Santos en distintos foros, al llamar la atención sobre el hecho de que un ama de casa colombiana pague uno de los precios del azúcar más altos del mundo, cuando la producción nacional es una de las más desarrolladas y competitivas a escala global.

La defensa del gremio azucarero fue igual de elocuente a través de los medios de comunicación y su argumento se basó en las facultades que dos instrumentos de política pública le otorgan al sector: el sistema andino de franja de precios (SAFP) y el fondo de estabilización de precios del azúcar (FEPA). El primero permite la fijación de aranceles variables a la importación para proteger al mercado interno de las fluctuaciones de los precios internacionales del azúcar; el segundo promueve las exportaciones a través de operaciones de cesión, que consisten en el aporte de los productores al FEPA cuando el precio internacional es menor al interno, y de compensación, pago del FEPA a los productores cuando el precio interno supera al internacional. De esta forma, la ley otorga al gremio azucarero poderosos instrumentos de intervención de mercado. Las acusaciones se fueron diluyendo, en medio de las diarias apariciones en medios de distintos voceros de la gremialidad azucarera, y entre nuevos comunicados de las autoridades que le bajaron el tono al cuestionamiento, incluyendo autocrítica respecto a errores procesales. Una importante cadena de radio y televisión privada le dio amplio cubrimiento a esta fase del debate, alternando el tema con un enfoque periodístico cada vez más hostil hacia el proceso de paz, al estilo del periodismo ultraconservador norteamericano.

El nuevo frente de batalla se originó en el Ministerio de Salud, que llamó la atención sobre la necesidad de mejorar la dieta de los colombianos –cada vez más gordos, así suene increíble en un país con hambre, pero de fatales contrastes– vía impuestos a las bebidas con alto contenido de azúcar, es decir las gaseosas. Algún nutricionista habló de la inconveniencia técnica de la medida y empresarios mencionaron el nocivo impacto de la medida para el bolsillo del consumidor. Otro debate que se diluyó como azúcar en agua.

El tercer round sucedió en el Ministerio de Comercio, desde el cual se anunció la inminente disminución del arancel del azúcar, de un nivel por encima del 100%, a un reducido pero suficientemente obeso nivel del 70%. ¿Quién dijo miedo? A continuación se produjo un congreso cañero y miles de productores rechazaron esta y todas las medidas de gobierno anteriormente mencionadas. Un destacado congresista del Polo Democrático se unió a las voces de los cañeros en dicho concilio, como parte de ese exótico juego de intereses criollos en el cual la izquierda defiende los intereses económicos del sector de derecha, alineados en la causa común en contra de gobierno.

Pero algo suena contradictorio en lo aquí descrito: si los impuestos subirían los precios de productos azucarados, la reducción de aranceles tendería a reducirlos. ¿Se trata de medidas incoherentes y desalineadas entre distintas autoridades de gobierno, o por el contrario, movimientos estratégicos, sacrificando metas intermedias para la obtención de un objetivo superior? Hasta el momento no se generan nuevos impuestos, no se disminuyen los aranceles, ni mucho menos hay sanciones por violaciones al régimen de competencia en el sector azucarero. Ah, pero ya anunció el Presidente, a través de todos los medios de comunicación, la fecha para la firma del acuerdo de paz. ¡Brillante jugada!


P.S. La SIC acaba de anunciar millonarias sanciones a entidades y líderes del sector azucarero, por obstaculizar la llegada de nuevos competidores internacionales al mercado colombiano. La defensa del lado dulce de la historia, afirma fallas en el debido proceso y que tales hechos no habían sido incluidos previamente en las investigaciones. Se repite la lógica de la denuncia mediática y la respuesta de igual forma.

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