¿Conocer la historia u ocultarla?
Darío Acevedo, profesor
universitario, y León Valencia, analista, politólogo y autor colombiano,
presentaron las exposiciones acerca del conflicto armado y la paz en Colombia
durante los últimos 50 años, dentro de la segunda sesión del curso de historia
de Obra Semana sobre conflicto armado y procesos de paz. La jornada fue
estructurada para presentar el debate entre dos posiciones ideológicas sobre el
tema y sus respectivas metodologías para abordarlo (o para no hacerlo).
El profesor Acevedo envió un
escrito previo a la sesión titulado “La
chispa que no encendió la pradera”, fechado en noviembre de 2014. En el
documento se desconocen las causas objetivas de la violencia, es decir los
factores sociales, económicos y políticos que la ocasionaron y que diversos
estudios y autores han planteado a lo largo de los últimos cincuenta años;
explica entonces el origen del conflicto armado del siglo XX, como un resultado
exclusivo de la influencia del movimiento comunista mundial y de la revolución
cubana. A la pregunta de qué había sucedido en Marquetalia, en su contexto
social, económico y político, el profesor Acevedo se limitó a responder que
allí había un líder del partido comunista conocido como “Tirofijo”.
Inició su exposición el señor
Acevedo refiriéndose a cuatro puntos sobre la temática, sin una estructura precisa
pero con un claro enfoque ideológico: uno, no hay acuerdo entre los
historiadores sobre las raíces de la violencia, por lo cual no aborda el tema
(¡horror!); dos, el problema político – militar en cuanto a las condenas a
integrantes de la fuerza pública, injustas desde su punto de vista, pero sin mayor
detalle del argumento a favor de los mismos; tres, alcances de la justicia que se
aplicará para los guerrilleros que dejen las armas, cuestionando así la
propuesta de justicia transicional; y cuatro, una perspectiva negativa de la
negociación con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, en La
Habana, al tratarse de la quinta vez que el gobierno intenta llegar a un
acuerdo con este grupo guerrillero.
En su exposición –por fortuna
corta– Acevedo culpó al líder asesinado Manuel Cepeda, de llamar a usar todas
las formas de lucha en la causa del partido comunista y las guerrillas. La
contundencia de sus afirmaciones contrastó con la precariedad de sus
argumentos, y dejo la impresión de que con un discurso basado en autoridad y
afirmaciones categóricas, se quisiera evitar la profundización en el problema
del conflicto armado y sus causas. Si bien su argumento acerca del desacuerdo
entre los historiadores sobre el origen del conflicto puede ser cierto, resulta
extravagantemente pobre que en su exposición no se exponga el legítimo debate entre
los estudiosos, para responsabilizar así al fenómeno revolucionario cubano como
único causante del conflicto interno colombiano.
En la segunda parte de la sesión,
León Valencia centró su exposición en las causas del conflicto desde el punto
de vista social, económico y político, con un primer elemento fundamental: el
problema agrario. Colombia tiene el índice más alto de concentración de la
tierra en el mundo, lo cual significa que el modelo agrario es uno feudal, que
se quedó siglos atrás en el tiempo y peor aún, que se agravó en los últimos
años.
Para entender el conflicto de los
últimos cincuenta años se requiere estudiar la reforma agraria propuesta por el
presidente López Pumarejo (1934-1938) –quien
entendió el problema rural como amenaza para el Estado- y la respuesta por
parte de sus opositores: la violencia conservadora cuyo resultado fue la
concentración aún mayor de la propiedad de la tierra. En el contexto de años de
violencia partidista y los posteriores arreglos de sus dirigentes para
terminarla con la creación del Frente Nacional, surgieron movimientos campesinos
como el de Marquetalia, el cual dio origen a las FARC. El discurso del entonces
senador Álvaro Gómez en contra de lo que él llamó las “repúblicas
independendientes” presionó al presidente Guillermo León Valencia a atacar
Marquetalia y darle así inicio al enfrentamiento con este grupo de campesinos
que se convirtió luego en grupo guerrillero.
De esta forma el primer acto de
las FARC fue desarrollar un programa agrario, de acuerdo al primer elemento –problemática–
fundamental. Según Valencia, es poca cosa lo que aquí se pide por parte de las
FARC en el actual proceso de negociación: ¡el cumplimiento de la ley de la
reforma agraria! Con la implementación de la ley no habría lugar al conflicto
armado, en particular en lo referente a las zonas de reserva campesina.
El segundo elemento del conflicto
es la inclusión política, o mejor dicho su ausencia. Si bien el Frente Nacional
logró terminar con la violencia partidista, restringió los canales de
participación democrática para otras fuerzas. Belisario Betancur entendía ese
problema y la perversa interacción que comenzaba a gestarse entre conflicto
armado y narcotráfico, por lo cual inició el proceso de paz con las FARC que
llevó al nacimiento de la Unión Patriótica (UP), movimiento que fue
sistemáticamente eliminado con el asesinato de sus líderes: congresistas, alcaldes,
diputados, concejales y candidatos presidenciales.
Cuenta Valencia que los 125
municipios donde la UP había logrado cargos de elección pública, son los mismos
de mayor dimensión del conflicto actual, y que con el asesinato de Manuel
Cepeda se inició el período más sangriento del conflicto en Colombia,
comprendido entre 1995 y 2005. Durante esos diez años se presentó el mayor
número de víctimas y desplazados de los últimos cincuenta, lo cual está
documentado en distintas investigaciones. Es en este mismo periodo cuando el
fenómeno paramilitar tuvo su mayor expansión, con el apoyo de dirigentes de las
esferas política y económica del país, y llegó a tener amplia representación
política en todos los niveles de la democracia colombiana.
El proceso actual de negociación
con las FARC se da gracias a que el gobierno de Álvaro Uribe logra debilitar a
la guerrilla desde el punto de vista militar, siendo así la negociación el
único camino viable para finalizar la guerra. Según Valencia, la paz del
gobierno Santos es la única posible y lo que se está discutiendo en La Habana
no es nada diferente a hacer cumplir la ley de la reforma agraria y garantizar
la inclusión política, evitando la sangrienta experiencia de la UP. Colombia será un país diferente cuando deje de
justificar sus crímenes con los que ha cometido las FARC, concluye Valencia.
Importante reflexión, pues en un
conflicto tan largo y degradante, la combinación de todas las formas de lucha
se puede encontrar en cada uno de los frentes involucrados. En medio del
proceso actual de negociación de paz, el gran reto para el país consiste en
desprenderse de la visión maniquea del conflicto, donde existe una distinción
categórica entre bien y mal enfrentados, para reconocer así nuestra compleja
situación en la que los dos principios se interrelacionan.
Si la Comisión Histórica del
Conflicto y sus Víctimas publicó un volumen de más de 800 páginas, titulado “Contribución
al entendimiento del conflicto armado en Colombia”, con la participación de
autores de diferentes corrientes –dos de los cuales estarán en las próximas dos
sesiones de este curso de Obra Semana– y en el cual se encuentran trabajos
rigurosos desde el punto de vista metodológico para entender el origen del
conflicto en Colombia, hay un fundamento contundente acerca de las causas
objetivas del conflicto, para disgusto de algunos pero para el bien de un país
que necesita conocer la verdad sobre la guerra, los excesos, víctimas y
victimarios de los dos frentes.
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