En los primeros años noventa había
bandas de rock de culto y de las cuales solo se podía saber de su existencia
por el voz a voz entre amigos, pues no había otras fuentes disponibles para
conocer lo que sucedía en el underground rockero; aún no se masificaba
internet, las revistas de música se centraban en el heavy metal, y a los medios
locales les importaba un pepino el asunto.
Siendo así, los pequeños grupos
de amigos rockeros –aquellos parias que no bailábamos merengue en las fiestas
por cuestión de principios– se convertían en élites que monopolizaban el
conocimiento del estado del arte de la música: bares alternativos, la moda, que
pasaba por la camisa escocesa, las botas grulla de punta de acero y el pelo
largo –hasta donde la autoridad escolar lo permitía– y por supuesto, las bandas que había que oír; entre
ellas la principal era Operation Ivy,
que ya había desaparecido al final de los 80, dejando un limitado legado de pocos
demos y un solo álbum grabados, junto con una recopilación de 27 canciones, publicada
al final de la banda. Los demos eran imposibles de conseguir, ni siquiera por
encargo a algún distribuidor en EEUU, y la recopilación, aparecía un par de
veces al año en la Musiteca de la calle 19 o en la del parque El Virrey,
también por encargo. Soy uno de los afortunados que aún conserva una copia de
la edición de Lookout Records con los 27 éxitos de la poderosa banda del
underground californiano, que fusionó el punk con el ska y elementos del rock n
roll.
Tim Armstrong (guitarra y voz) y Matt
Freeman (bajo y saxofón) se hicieron populares con Operation Ivy, tanto que decidieron acabar la banda cuando
comenzaban a pasar del underground al mainstream, y en los años noventa conformaron
Rancid, al inicio en formato trío
junto con el baterista Brett Reed, y luego ampliaron la formación a cuarteto
con la entrada de Lars Frederiksen en guitarra y voz. En sus veinticuatro años
de historia, Rancid ha continuado la
línea del punk iniciada en los días de Operation,
fusionando la simplicidad del género de origen británico con ritmos como ska,
reggae y hardcore. Sus primeros tres álbumes Rancid (1993), Let´s go
(1994) y …and out come the wolves
(1995) resaltan por su estilo melódico y los coros emotivos. Time bomb fue la canción más popular y
un hit radial que todavía se oye en emisoras de rock. Maxwell Murder, el primer corte de …and out…, incluye el famoso solo en el bajo de Matt, en una muestra
de su virtuosismo y con el walking bass que es la columna vertebral de este
poderoso animal anarquista y oriundo de Berkeley.
Después de unos primeros años
noventa de prolífica actividad de producción discográfica y giras, la banda
comenzó a tomar tiempo entre sus álbumes, abriendo espacio a más
experimentación sonora y colaboración con músicos de diferentes géneros. Life
won´t wait (1998) fue el último trabajo de la década y en los años 2000
publicaron el álbum homónimo (2000), al cual le siguieron Indestructible (2003) y Let
the dominoes fall (2009), del cual se destaca el track Last one to die.
En 2014 Rancid presentó su octavo
trabajo de estudio, …honor is all we know,
fiel a su línea musical y a su independencia, a través de contratos discográficos
con casas pequeñas, como Epitaph –sello propiedad de Mr. Brett de Bad Religion– o Hellcat Records, filial
de la primera. En este disco queda claro que la banda no ha perdido la
habilidad de expresar sus ideas en menos de tres minutos, siguiendo el ejemplo
de los neoyorquinos The Ramones. El track de apertura, Back were I belong, contiene la energía necesaria para superar la
depresión del lunes en la mañana, actitud que también se encuentra en Raise your fist, mientras que la onda
ska clásica de la banda está presente en Evil´s
my friend. La canción que da nombre al disco resumen los elementos
fundamentales de la banda: rapidez punk –dos minutos de duración–, punteos de
rock n roll y coros electrizantes.
En su más reciente gira, Rancid celebró el aniversario número
veinte de …and out come the wolves,
tocándolo por completo. Las presentaciones de septiembre pasado en el auditorio
Terminal 5 de Nueva York han demostrado el poder que conserva la banda, cuyos
miembros cuentan con treinta años de historia, desde sus primeros días de Operation Ivy: un tiempo nada despreciable
para el estilo de vida punk. Como dirían los Sex Pistols, ¡Dios salve a la
reina! ¡Dios salve a estos anarquistas!
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