Logo

Logo

lunes, 12 de octubre de 2015

Reflexión fascista



La noción más popular acerca del fascismo es la que se refiere a los movimientos nacionalistas que surgieron en Europa –particularmente en Italia, Alemania y España– en la primera mitad del siglo veinte, y que finalizaron luego de la derrota que sufrieron en la segunda guerra mundial, con la excepción del fenómeno español que continuó hasta las últimas décadas del mismo siglo. En cualquier caso, las clases de historia presentan al fascismo como un fenómeno del pasado.

Sin embargo la realidad es diferente y las ideas de extrema derecha resurgen con facilidad y en distintos rincones del planeta, lo cual lleva a pensar que el fascismo nunca murió, sino que se adaptó a una primera fase de ocultamiento y renovación, para continuar luego con su causa cuando la coyuntura fuera propicia para tal fin.

Cuando el desenlace de la Segunda Guerra Mundial era evidente y su destino en contra de los intereses alemanes e italianos, tuvo lugar la migración de miles de ciudadanos de estos países, civiles y militares, hacia el cono sur americano. En este orden de ideas, Juan Domingo Perón planteó abiertamente su simpatía con el proyecto nazi, manifestando que “los juicios de Nuremberg eran una infamia”. Durante su mandato, Argentina recibió a antiguos oficiales del ejército alemán, funcionarios del servicio secreto de la SS, así como a técnicos y científicos relacionados con el Tercer Reich.

No solo estaba de por medio la afinidad ideológica de Perón con los nazis, sino también la oportunidad de fortalecer a la industria militar y al sector económico argentino en general, gracias al liderazgo científico y la tecnología de los fugados europeos; una vez establecidos en Argentina, estos personajes dieron inicio al boom de la exportación suramericana de materias primas hacia Europa, incluso hacia la Alemania que se recuperaba gracias a la cooperación financiera norteamericana del Plan Marshall.     

Existen diversos estudios y publicaciones acerca de la extracción de Alemania de los líderes nazis, para ser llevados a Argentina y reubicados con nuevas identidades, garantizando así su supervivencia y la continuación de su lucha, en términos de la controversial obra de Adolf Hitler. El gobierno suizo apoyó al argentino en dicha causa, permitiendo que los alemanes llegaran ilegalmente al país más neutral del mundo, e incluso el Vaticano otorgó protección a altos mandos del nacional socialismo.

Una interesante teoría –por ahora de carácter literario– plantea que Mussolinni no murió abaleado junto con su amante Clareta Petacci, sino que aquel era su doble. El verdadero líder logró huir con ayuda de la Santa Sede y con destino final a la Argentina, gracias al pacto de los servicios secretos de occidente (Stay Behind), preocupados por el inicio de la guerra fría y el avance comunista de la Unión Soviética y sus satélites alrededor del mundo, razón por la cual tendrían al Duce como as bajo la manga para un eventual resurgimiento del proyecto de extrema derecha, y enfrentar así la revolución que se lideraría desde Moscú.

La tarea de investigar los crímenes nazis en la Alemania de la postguerra se vio truncada por la división del país entre los hasta entonces países aliados, con sus consecuentes jurisdicciones y tribunales independientes. Por otra parte, la teoría de la “culpa colectiva” alemana en el holocausto de judíos, europeos orientales y disidentes del régimen, es el escudo de defensa perfecto para los nazis directamente involucrados, pues los exonera de su responsabilidad individual. Entre los fugados a Suramérica y los que se quedaron en Europa, reubicados y con nuevas identidades, el proyecto fascista sobrevivió.   

Lo que aquí se encuentra no es solo el resultado de un plan delicadamente estructurado, al estilo de la mejor historia de novela policíaca; por el contrario, se trata de algo mucho más sencillo y relacionado con el espíritu humano: el debate inacabable entre ideas liberales y conservadoras. E hilando más delgado, entre ideas del amplio espectro de la derecha: el conflicto entre el fascismo y el bloque conformado por la Europa occidental y Estados Unidos, puede entenderse como la contraposición de las ideas de extrema derecha del primero, con las de una derecha moderada en el segundo, siendo este conflicto el causante de la Segunda Guerra Mundial.   

Vale la pena traer este debate en el actual contexto de recesión económica mundial, caldo de cultivo de los proyectos de extrema derecha. Por fortuna, hasta ahora sus líderes caen por su propio peso dado el ridículo al que se exponen a diario en medios y redes sociales. Sin embargo, el riesgo está presente, y algún día tendrán a un dirigente más capaz y maquiavélico.


La crisis migratoria ejemplifica las dos posiciones encontradas en la disyuntiva ideológica: un gobierno alemán que evita repetir los errores de la historia al culpar al extranjero –migrantes africanos– ofreciéndole ayuda, y al otro lado del Atlántico una fuerza radical conservadora norteamericana, representada en el Tea Party y en algún multimillonario republicano, que encuentra en Suramérica al chivo expiatorio de sus males.

Al tratarse de ideas en contraposición eterna, hablando de los enfoques liberal y conservador, es importante no perder de vista el problema del fascismo, que no hace parte del pasado sino que todo lo contrario, continua vigente a nivel mundial. 

La Oscura Ciudad en Twitter: 
@oscura_ciudad 
@logoinvencion

No hay comentarios: